dijous, 5 de desembre del 2013

Interesante articulo sobre la toxicidad de algunos plasticos


­Ahora sabemos que  la mayoría de las e­nfermedades tienen un origen ambiental. Es más, la toxicología moderna nos dice que el cuerpo humano está hecho para soportar intoxicaciones agudas a dosis altas, siendo menos hábil de sobrellevar intoxicaciones crónicas a dosis bajas. Una patología paradigmática es el Síndrome Químico Múltiple (SQM). La sensibilidad o intolerancia química es muy común (15% de la población). Cuando estudiaba en el taller de moldes con Pere Pich, aunque se nos enseñaba a usar medidas de protección, siempre había compañeros que sentían nauseas al inhalar pintura plástica, o que tenían problemas de piel o crisis de dolor al exponerse a otras substancias. Cuando las intolerancias son múltiples hablamos de SQM. Es un Síndrome de Sensibilización Central (del Sistema Nervioso Central), en el cual se sufren reacciones exageradas a múltiples substancias no relacionadas entre sí químicamente, a dosis mínimas. Es multisistémica: al menos dos órganos tienen que reaccionar ante distintas exposiciones, por ejemplo bronquios y piel (ataques de tos y urticaria), estómago y Sistema Nervioso (vómitos y vértigos). Las crisis desaparecen al cesar la exposición. Se puede llegar a vivir recluido en casa, o no poder salir de la cama durante años. Los afectados de esta patología llegan a ser muy conscientes del origen tóxico de sus crisis. En otras patologías asimismo ambientales, los afectados no suelen ser conscientes de ello. Para cada substancia hay una dosis umbral por debajo de la cual las autoridades sanitarias permiten la venta de productos que la contengan. La normativa REACH de la Unión Europea fue elaborada ignorando los consejos de los profesionales de la salud que llamaban al principio de precaución, a aplicar cuando no hay datos suficientes de la inocuidad de las substancias, obedeciendo a los intereses de la industria química. Esto significa que para muchas substancias no sabemos realmente si son inocuas, ni tampoco en qué cantidad. Además todas estas normativas van cambiando muy a menudo. Es el caso del Bisfenol A, según el Instituto Sindical de Trabajo Ambiente y Salud (ISTAS) disruptor endocrino, tóxico, persistente y bioacumulativo, probable mutágeno, y probable tóxico para la reproducción, y permitido por el momento en el plástico alimentario, aunque al fin ya prohibido en los biberones infantiles al haber sido demostrada su patogenia. Ya existe una recomendación europea sobre su eliminación y Francia ya lo ha prohibido. En España seguimos pidiendo su eliminación, más difícil para nosotros ya que aquí tenemos la fábrica de Bisfenol A más grande de Europa (os invito a adheriros a la campaña de Hogar sin Toxicos).



Aproximadamente un millón y medio de substancias han sido sintetizadas desde la Segunda Guerra mundial, de ellas se comercializan legalmente 140.000. Continuamente se sintetizan nuevas. Sólo el 3% aproximadamente han sido estudiadas respecto a salud humana (es una cifra conservadora). De estos estudios muchos son defectuosos, muchos han sido elaborados por parte de la industria química publicando sólo aquello que les beneficia, y para aquellas substancias que han sido investigadas, la mayoría sólo lo han sido respecto a su carcirogenia, dejando de lado fundamentales cuestiones como son neurotoxicidad, mutagenia, teratogenia, o disrupción endocrina, no se suele investigar con embarazadas o niños. Ahora sabemos que hay substancias de uso común más tóxicas que el tabaco. Por ejemplo la cantidad de benzeno en ambientadores es superior. Para casi todo hay alternativas, podemos substituir aquellas substancias o productos más conflictivos por otros orgánicos, o bien ecológicos, o bien menos conflictivos.


Por ejemplo evitaremos el mercurio de las bombillas de bajo consumo utilizando las LED. Podemos evitar el yeso aditivado, que suele ser tóxico además de radiactivo, comprándolo sin aditivar, o comprando en la cantera y triturándolo nosotros mismos. En aquellos casos en que no haya alternativas -o porque nos gusta trabajar con estos materiales-, como es trabajar como escultor en un taller donde nos piden utilizar epoxy, es fundamental utilizar las medidas de protección adecuadas, nos las suministre o no quien nos haya contratado: mascara de HEPA (que además es asequible), guantes, gafas, ropa adecuada, y tendremos el lugar ventilado.




No es necesario abrumarse por estos datos, todos sabemos que una patología puede venir de golpe e impedirnos hacer aquello que nos gusta o desarrollar el trabajo que hemos elegido. En nuestra mano hay muchas opciones para seguir con ello todo el tiempo que queramos.




Finalmente, recordar a los escultores que me lean que enfermos ambientales como los afectados de SQM, a pesar de ver reducida su capacidad adquisitiva, suelen necesitar artículos difíciles de encontrar, como mobiliario, lámparas, o soluciones para su vivienda, realizados con materiales no conflictivos y que muchas veces se tienen que hacer a medida, con lo cual los escultores también pueden unirse al floreciente sector ecológico ofreciendo este tipo de artículos o piezas o realizándolos por encargo.

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