Ahora sabemos que la mayoría de las enfermedades tienen un
origen ambiental. Es más, la toxicología moderna nos dice que el cuerpo humano
está hecho para soportar intoxicaciones agudas a dosis altas, siendo menos
hábil de sobrellevar intoxicaciones crónicas a dosis bajas. Una patología paradigmática es el
Síndrome Químico Múltiple (SQM). La sensibilidad o intolerancia química es muy
común (15% de la población). Cuando estudiaba en el taller de moldes con Pere Pich,
aunque se nos enseñaba a usar medidas de protección, siempre había compañeros
que sentían nauseas al inhalar pintura plástica, o que tenían problemas de piel
o crisis de dolor al exponerse a otras substancias. Cuando las intolerancias
son múltiples hablamos de SQM. Es un Síndrome de Sensibilización Central (del
Sistema Nervioso Central), en el cual se sufren reacciones exageradas a múltiples
substancias no relacionadas entre sí químicamente, a dosis mínimas. Es
multisistémica: al menos dos órganos tienen que reaccionar ante distintas
exposiciones, por ejemplo bronquios y piel (ataques de tos y urticaria), estómago
y Sistema Nervioso (vómitos y vértigos). Las crisis desaparecen al cesar la
exposición. Se puede llegar a vivir recluido en casa, o no poder salir de la
cama durante años. Los afectados de esta patología llegan a ser muy conscientes
del origen tóxico de sus crisis. En otras patologías asimismo ambientales, los
afectados no suelen ser conscientes de ello. Para cada substancia hay una dosis
umbral por debajo de la cual las autoridades sanitarias permiten la venta de
productos que la contengan. La normativa REACH de la Unión Europea fue elaborada ignorando los consejos de
los profesionales de la salud que llamaban al principio de precaución, a
aplicar cuando no hay datos suficientes de la inocuidad de las substancias,
obedeciendo a los intereses de la industria química. Esto significa que para
muchas substancias no sabemos realmente si son inocuas, ni tampoco en qué
cantidad. Además todas estas normativas van cambiando muy a menudo. Es el caso
del Bisfenol A, según el Instituto Sindical de
Trabajo Ambiente y Salud (ISTAS) disruptor endocrino,
tóxico, persistente y bioacumulativo, probable mutágeno, y probable tóxico para
la reproducción, y permitido por el momento en el
plástico alimentario, aunque al fin ya prohibido en los biberones infantiles al
haber sido demostrada su patogenia. Ya existe una recomendación europea sobre
su eliminación y Francia ya lo ha prohibido. En España seguimos pidiendo su
eliminación, más difícil para nosotros ya que aquí tenemos la fábrica de
Bisfenol A más grande de Europa (os invito a adheriros a la campaña de Hogar sin Toxicos).
Aproximadamente
un millón y medio de substancias han sido sintetizadas desde la Segunda Guerra
mundial, de ellas se comercializan legalmente 140.000. Continuamente se
sintetizan nuevas. Sólo el 3% aproximadamente han sido estudiadas respecto a
salud humana (es una cifra conservadora). De estos estudios muchos son
defectuosos, muchos han sido elaborados por parte de la industria química
publicando sólo aquello que les beneficia, y para aquellas substancias que han
sido investigadas, la mayoría sólo lo han sido respecto a su carcirogenia,
dejando de lado fundamentales cuestiones como son neurotoxicidad, mutagenia,
teratogenia, o disrupción endocrina, no se suele investigar con embarazadas o
niños. Ahora sabemos que hay substancias de uso común más tóxicas que el
tabaco. Por ejemplo la cantidad de benzeno en ambientadores es superior. Para casi todo hay
alternativas, podemos substituir aquellas substancias o productos más
conflictivos por otros orgánicos, o bien ecológicos, o bien menos conflictivos.
Por ejemplo
evitaremos el mercurio de las bombillas de bajo consumo utilizando las LED.
Podemos evitar el yeso aditivado, que suele ser tóxico además de radiactivo,
comprándolo sin aditivar, o comprando en la cantera y triturándolo nosotros
mismos. En aquellos casos en que no haya alternativas -o porque nos gusta
trabajar con estos materiales-, como es trabajar como escultor en un taller
donde nos piden utilizar epoxy, es fundamental utilizar las medidas de
protección adecuadas, nos las suministre o no quien nos haya contratado: mascara
de HEPA (que además es asequible), guantes, gafas, ropa adecuada, y
tendremos el lugar ventilado.
No es
necesario abrumarse por estos datos, todos sabemos que una patología puede
venir de golpe e impedirnos hacer aquello que nos gusta o desarrollar el
trabajo que hemos elegido. En nuestra
mano hay muchas opciones para seguir con ello todo el tiempo que queramos.
Finalmente,
recordar a los escultores que me lean que enfermos ambientales como los
afectados de SQM, a pesar de ver reducida su capacidad adquisitiva, suelen
necesitar artículos difíciles de encontrar, como mobiliario, lámparas, o
soluciones para su vivienda, realizados con materiales no conflictivos y que
muchas veces se tienen que hacer a medida, con lo cual los escultores también pueden unirse al floreciente sector ecológico
ofreciendo este tipo de artículos o piezas o realizándolos por encargo.
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